Yo Honro a Los Que Me Honran - (Parte 1)
- Escrito por Pastor Ricardo J. Iribarren
- Publicado en El Andar Del Cristiano (Separación) /
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“Bendito Señor te rogamos ahora por sabiduría”
Texto en donde leemos: 1 Samuel 2:22-30 y su correlato en el Evangelio de Juan 12:22-28
Introducción: Este mensaje se compone de dos partes
Un varón de Dios (desconocemos su nombre, su lugar de residencia y en qué parte ejercía su ministerio — como sí fue en el caso del Profeta Amós, quien dijo de sí mismo que era recolector de higos silvestres, que se sabía que vivía en Tecoa [ver Amós 1:1; Amós 7:14]) que fue enviado para amonestar severamente al sacerdote Elí.
Oremos: «Señor, te rogamos que al dar este mensaje me asista tu Santo Espíritu, a fin de poder exponerlo con claridad. Danos a todos los presentes, a cada uno de nosotros, sabiduría para entender lo que nos hablarás, para también honrarte con nuestras vidas, siendo testimonios vivientes de que nuestras actitudes van conforme a la fe que en Cristojesús profesamos, siguiendo su ejemplo. Te lo rogamos en Su nombre. Así sea (Amén).»
Notaremos en el transcurso de este mensaje dos cosas:
1) El sacerdote Elí era descendiente de Aarón. Elí fue un triste ejemplo de vivir una vida de piedad sin carácter (un pusilánime). En base a lo que consistió esa debilidad (tan generalizada entre los que nos decimos evangélicos) para con los pecados de sus hijos, se contrasta notoriamente ello con las otras virtudes de él conocidas.
2) Es digno de destacar (veremos cómo esto nos afecta a nosotros también) que el Señor Jehová no castigó/disciplinó a su siervo -sacerdote Elí- sin antes hacerle una advertencia por boca de un varón de Dios, cuyo nombre desconocemos (hoy Dios nos avisa por medio del Espíritu Santo, quien nos hace recordar a nosotros mismos las advertencias, o enviándonos hacia a alguien con el firme propósito de que nos amoneste. El Salmo 2:10 nos dice "… prudentes, admitid amonestación…" ). Hay unas palabras que merecen atenta consideración, pues expresan un Principio General que se refiere tanto al sacerdote Elí como a la humanidad entera de todos los tiempos (cristianos y no cristianos).
"Yo honraré a los que me honran, y los que me tuvieran en poca consideración serán viles" 1 Samuel 2:30 c.
Deseo contarles parte de una historia verdadera narrada en una película que dieron en llamarla "Carrozas de Fuego". En esta historia ocurrida en el Siglo XX, más precisamente durante los Juegos Olímpicos de Francia, allá por 1924, hubo un incidente muy comentado, que considero digno de ser observado, el cual cosechó vítores y también críticas. Sucedió que entre la delegación de deportistas amateurs de Inglaterra, se hallaba un deportista escocés que se destacaba por su caballerosidad deportiva y su firme convicción religiosa. Este hombre inspiró a muchos cristianos a imitar su ejemplo, apoyado en su conducta cristiana. Para este deportista competir era unos de sus mayores deleites: ya que solía decir que cuando corría con la alegría de Dios, lo hacía con la convicción de Jeremías 31: 12:
"Y correrán al bien de Jehová"; pues parecía que lo dicho por el profeta Jeremías se refería a él. En todas las disciplinas de competencias de carreras pedestres los ingleses se habían destacado, durante estos juegos. En aquella época, como en todas, hubo ingleses creyentes con verdadero temor de Dios. Sin embargo, la final era un día domingo. Este día era día de devoción a Dios, de descanso y refugio en Él, por lo que este corredor habló con los dirigentes de su delegación y les manifestó que no competiría, porque esto comprometía seriamente su principio moral ante Dios. Él era un cristiano bautista escocés. Se le sumaron luego otros más: un inglés judío, dos canadienses, tres ingleses anglicanos. Esto llegó a las autoridades generales y delegaciones que competían. Todos esperaban el momento de saber qué decisión se tomaría. Los campeones estadounidenses aguardaban con recelo el fallo. Las competencias tenían sus normas que respetar, sus exigencias; no obstante, todos acataron, aunque hubo presiones para tratar de disuadirlo. Este escocés se llamaba Eric Lindell.
El día lunes, en el principal estadio de París, con una mañana y tarde nubosa, siguieron las finales por estilos. Llegó el turno de Eric. Una carrera de 2000 metros sobre polvo de ladrillo. Al lado de él, los mejores corredores del planeta. Mientras Eric se preparaba, se le acercó un atleta de EEUU. Era el fantástico Bucholtz. Éste le entregó un papel escrito. Eric agradeció el gesto y lo leyó. Luego se colocó en su carril de largada. Todos estaban tensos. Eric tenía una sonrisa en su rostro y con su mano derecha aferraba ese manuscrito. Sonó el disparo de partida. A los 400 metros comenzó Eric a tomar una distancia de casi 50 metros respecto de su más cercano competidor. A los 2000 metros llevaba ya una ventaja de 100 metros respecto de sus más próximos competidores. ¡Este record hasta ahora nunca fue superado! Eric cruza la línea final. Su rostro lo dice todo. Era la competencia más importante de esos juegos. La alegría era desbordante. Toda la delegación inglesa lo levantó en alza. Una vez terminado todo, y cuando todos estaban cenando, Dynaers, un corredor de obstáculos londinense, le preguntó: «Eric, qué dice el papel que te dio Bucholtz». Queda un silencio en todos. Eric, sin titubeos, lee en voz alta, emocionado: "Yo honro a los que me honran".
Todos lo miran. Comienzan a deslizarse lágrimas por las mejillas de esos jóvenes que levantan sus ojos hacia el cielo y musitan suavemente: «Gracias, Señor, por darnos Tu palabra y por Eric Lindell, que nos enseñó a honrarte».
Pero la historia no termina ahí. Eric Lindell tenía otro compromiso con Dios. Le honró con su vida como misionero en China. En 1945 ofrendó su vida allí. Toda Escocia lo lloró. La bandera en U.K. estuvo a media asta por 3 días.
Este hombre demostró a los de su generación el ejemplo de una piedad con carácter. Irrenunciable en sus convicciones de fe y práctica, no actuó con disimulo, ni empeñó su palabra; y tributó toda honra a Dios, reflejando la enseñanza bíblica en sujeción a la Palabra de Dios.
"Yo honro a los que me honran".
¿Cómo nos afecta esto hoy en nuestras vidas? ¿Qué está primero para ti y para mí? A veces las convicciones son meramente palabras cargadas de excusas, que nos hacen irresponsables; siendo que las mismas excusas que esgrimimos, suponemos nosotros, nos justificarán ante Dios cuando tratamos de alcanzar bendiciones que no merecemos. Y esto porque somos egoístas, desleales, orgullosos, intemperantes; buscamos el día de alegría y se nos vuelve "Día de tinieblas y de oscuridad, día de nube y de sombra…" (Joel 2.2a). Los religiosos Adventistas guardan celosamente su equivocada ordenanza. Los judíos lo hacen en forma estipulada por Moisés. ¿Y nosotros, qué hacemos? ¿Qué hacemos?… ¿Es más importante hacer cosas en tu casa que asistir al culto a honrar a Dios un domingo? ¿Te entretienen a ti los partidos deportivos el día domingo; o te dedicas a “emperifollar” ese día tu vehículo, o a componer tu maquinaria de trabajo y/o de uso en otras cosas?
¿Usas ese día para tu divertimento?... Recapacita, hermano y hermana.
Espero que a ti no te pase como a Elí, el cual fue un rotundo fracaso en cuanto a la enseñanza bíblica a sus pervertidos hijos: quienes conocían las instrucciones de la Ley, mas hacían burla de ella y también de Dios. Un indolente padre que no tomó en serio la exigencia de Dios. Me he preguntado y me pica la curiosidad de saber cómo fue Elí; su educación, la familia que formó. ¿La que tomó por esposa, tendría el comportamiento de una filistea? A los jóvenes, les digo, ¡cuidado cuando deciden formar una familia fuera de la congregación de los santos! Si van a los campamentos, ¡cuidado de quiénes se hacen amigos, o de quién se enamoran!
Hermanos, estos son interrogantes sustanciales para los padres; en especial por los tiempos que corren actualmente. ¿Qué ejemplo de interés y conducta son ustedes ante sus familias, y de aquellos quienes sus hijos tratan? ¿Esas amistades, honran a Dios y Su Palabra? ¿Enseñan la Biblia a sus hijos o hijas? ¿Sus hijos les admiran? ¿Tienen ustedes verdadera abnegación por ellos? ¿Les honran? ¿Son buenos administradores de los recursos que disponen? ¿Usan la disciplina para el beneficio de sus hijos; o no les importa nada y los dejan sin corrección? ¿Sostienen y promueven el fijar el interés por las cosas de Dios en sus hijos? ¿Les enseñan a ofrendar y diezmar a sus hijos? ¡AH!... En ese punto se sonríen, ¿verdad? ¿Aman y defienden la Palabra de Dios, La Biblia? En Joel 1:16 leemos "¿No fue arrebatado el alimento de delante de nuestros ojos, la alegría y el placer de la casa de Dios?" Añado: será como un día de juicio cuando esto suceda, de acuerdo a nuestro andar (bueno o malo), a saber, ¡que no nos arrebaten el lugar para vivir y como unos parias debamos mendigar alojamiento porque nos han arrojado a la calle!
Mis amados hermanos, recordemos: "Yo honro a los que me honran".
Que este, nuestro Andar Cristiano que hemos asumido voluntariamente, sea nuestro compromiso de satisfacción. Recuerdo esa hermosa citación: "Yo iré junto a los que me decían: a la casa de Jehová iré. Vendremos a la casa de Dios el domingo y nos alegraremos. Las necesidades el Señor atenderá; cumplirá lo convenido, porque conoceremos quién es Él, nuestro Dios".
Oración:
«¡Oh! Señor, todos aquí reunidos venimos a buscar de ti. Los que han asistido hoy son tus primicias de bendición. Atiende nuestros ruegos. Satisface lo profundo de nuestro ser. Aleja la angustia y el temor de nuestra alma. Deseamos honrarte. Ayúdanos en nuestras flaquezas y debilidades, para volvernos fuertes y valientes y poder honrarte. Gracias te damos por el perdón de nuestros pecados y la salvación de nuestro ser. Sí, Señor, nuestra boca se llenará de risa y habrá alegría en el corazón, porque queremos honrarte. Gracias, Padre Santo. Oramos pidiendo y agradeciendo en el Precioso Nombre de tu amado Hijo Jesús. A Él sea la gloria y la majestad por siempre. Amén».
Dios les bendiga ricamente. Pastor, Ricardo Iribarren