Por Qué La Cruz No Atrae Al Pecador Hacia Jesús
- Escrito por Pastor Ricardo J. Iribarren
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¿Cuál es el significado de ese «por qué»?
¿Cómo se aplica esa distracción?
¿Dónde adquiere tan gran significado, tal relieve, esto de verse identificados verdaderamente con la cruz?
Realmente, cada una de estas preguntas merece recibir la respuesta por mensajes diferentes, la cual será de vital importancia. Pero, ante todo, debemos saber que una y otra, pregunta y respuesta, son un fiel reflejo de una primera pregunta que nos debemos hacer como tema del mensaje: Veámoslo por este otro lado… Ciertamente, ¿Por qué la cruz no atrae al pecador?… Es que muchos son los llamados: [Dijo Jesús] porque al que él [Dios] envió [Jesús], a éste vosotros no creéis… Y no queréis venir a mí [Jesús], para que tengáis vida (Juan 5:37b, 40)… Pero ¿por qué?… Jesús, siendo la Puerta que se abre a la vida, es también quien ofrece la esperanza de que todo hombre y toda mujer, que abriga ese deseo, tenga la oportunidad de saber de él, de conocerlo. No obstante, muchos no desean conocerlo; quieren vivir su vida mundanal sin tener en cuenta a Dios, ni a sus advertencias o amonestaciones. Quieren seguir viviendo “libres” de un Dios que creen dictador, opresor, egoísta. Quieren seguir viviendo su vida sin depender de Dios.
Estos no saben, no comprenden, que esos beneficios, que derivan de conocerlo, alcanzarán los significativos frutos que son ofrecidos a través de la redención eterna brindada por Jesús mismo… O, en su defecto, que su rechazo le imposibilita obtener tales beneficios.
Jesús, el Hijo unigénito del Padre, quien se identifica a sí mismo como la puerta que, abriéndose, nos permite entrar a las hermosas oportunidades, ir directamente al amor de Dios, a la misma entrada del reino de Dios, es la puerta que abriose en Su misma carne. Ese amor es el Señor Jesús, quien bajó del cielo humanado. Así el profeta Isaías anunció: “Por tanto, el mismo Señor os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y Dará A LUZ UN hijo, y llamará su nombre Emmanuel” (Isaías 7.14)… “Emmanuel, que es, si lo declaras: Dios con nosotros” (Mateo 1:27b), vino de la región de Sión, a nacer en una pequeña aldea llamada Belén Efrata, la más pequeña de las familias de Judá. En el año 701 a.C, el profeta Miqueas anunció en qué lugar iba a nacer el Salvador. Leemos en Miqueas 5.2… “Mas tú, Belén Efrata, pequeña para ser en los millares de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de los siglos”. Este, al igual que Melquisedec, sin principio de días y sin fin de días… ¡Maravillosa majestad! Allí nació él. Su nacimiento fue anunciado varios siglos antes, en el año 739 a.C, por el profeta Isaías. Isaías profetizó: “Porque niño nos es nacido, hijo nos es dado; y el principado es asentado sobre su hombro. Y se llamará El Admirable, El Consejero, El Dios, El Fuerte, El Padre Eterno, El Príncipe de Paz” (Isaías 9.6). En Hageo 2.7b “…y vendrá el Deseado de todos los gentiles…”. También lo anunció anticipado el profeta Zacarías en 9.9 “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí, tu Rey vendrá a ti, Justo y Salvador, humilde…”. Por la boca de los profetas que lo anunciaron por revelación del Espíritu de Dios, ello estuvo pleno del resplandor celestial; los ángeles tributaron su adoración (Lucas 2. 13-15a); de allí luego fue el Señor hacia Nazareth, en donde su Preciosa Majestad caminó entre los hombres pecadores, hablándoles del amor y reconciliación con Dios; glorificando su nombre entre ellos con obras de salud, alimento y perdón, y llamándolos al arrepentimiento, y que crean en el Evangelio (Marcos 1.15)… En Mateo 11. 4-6 leemos: “Id, y haced saber a Juan [Bautista] las cosas que oís y veis: Los ciegos ven, y los cojos andan; los leprosos son limpiados, y los sordos oyen; los muertos son resucitados, y el evangelio es predicado a los pobres. Y bienaventurado es el que no fuere escandalizado en mí”. Hizo milagros poderosos que dan testimonio de Su compasión. Testimonio hay de ello: cuando alimentó a unas cinco mil personas. En el Evangelio de Lucas 9.10-17, leemos “Y vueltos los apóstoles, le contaron todas las cosas que habían hecho. Y tomándolos, se retiró aparte a un lugar desierto de la ciudad que se llama Betsaida. Y cuando lo entendió el pueblo, le siguió; y él los recibió, y les hablaba del Reino de Dios, y sanó a los que tenían necesidad de cura.
Y el día había comenzado a declinar; y llegándose los doce, le dijeron: Despide a la multitud, para que yendo a las aldeas y heredades de alrededor, procedan a alojarse y hallen viandas; porque aquí estamos en lugar desierto. Y les dice: Dadles vosotros de comer. Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, si no vamos nosotros a comprar viandas para toda esta multitud. Y eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: Hacedlos sentar en grupos, de cincuenta en cincuenta. Y así lo hicieron, haciéndolos sentar a todos. Y tomando los cinco panes y los dos pescados, mirando al cielo los bendijo, y partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante de la multitud. Y comieron todos, y se saciaron; y alzaron lo que les sobró, doce cestos de pedazos.”. Obras de perdón: Leemos Juan 8.3-11 “Entonces los escribas y los fariseos le traen una mujer tomada en adulterio; y poniéndola en medio, le dicen: Maestro, esta mujer ha sido tomada en el mismo hecho, adulterando; y en la ley Moisés nos mandó apedrear a las tales. Tú pues, ¿qué dices? Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia abajo, escribía en tierra con el dedo. Y como perseverasen preguntándole, se enderezó, y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra contra ella. Y volviéndose a inclinar hacia abajo, escribía en tierra. Oyendo pues ellos esto (redargüidos de la conciencia), se salían uno a uno, comenzando desde los más viejos (hasta los postreros), y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Y enderezándose Jesús, y no viendo a nadie más que a la mujer, le dijo: ¿Mujer, dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te ha condenado? Y ella dijo: Señor, ninguno. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”. Pues las Escrituras declaran -como testimonio- que él hizo milagros y señales, repartiendo dones a los hombres; y señalándoles que para entrar al reino de Dios [esto es el cielo], los hombres deben creer en él arrepintiéndose de sus pecados; puesto que él dijo “YO SOY el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. Este mensaje ofrece la única oportunidad de salvación a todos los pecadores: hombres y mujeres - sin distinción, y sean lo que fueren en su contexto social y personal. Dicho llamado obedece a la urgente necesidad de Dios por el ser humano, respecto de su salvación eterna; pues sabe ciertísimamente cuánto el ser humano necesita de Él. Leemos Hechos 4:12 “Y en ningún otro hay salud [salvación]; porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. No, no hay ayuda alguna, si en caso alguien lo está pensando, de ningún otro dios falso; puesto que este no podrá ayudarlo; tampoco consolarlo ni comprenderlo ni amarlo; pues es algo que NO existe; y si en caso existiera, no tiene la aprobación ni la autoridad de Dios para tal fin. Y si aún considerara buscar en la hueca filosofía humana, en sus diabólicas manifestaciones o la indiferencia (ateísmo), nada absolutamente nada de ello puede solucionar el conflicto del alma, resolver sus temores, aliviar sus miedos, socorrerlo en sus dramas de vida, darle paz, darle seguridad, darle alivio y superar la tragedia del pecado. ¡Es únicamente dando ese paso sustancial de ir a humillar su orgullo delante del Dios Único y Verdadero, creador de los cielos y la tierra, buscando Su auxilio y refugiarse en Su amor! No hay otra cosa. No te envejezcas buscando otra alternativa de alivio. No malgastes tu tiempo… ¡Pues tienes poco! Y sí aún en tu anhelo de reforma, con tu esfuerzo y tu dinero, te permites comprar y leer libros en los cuales se ofrecen “soluciones” a esta problemática: ¡estas serán inalcanzables!, que ni aún el autor mismo de cualquiera de estos libros las ha conseguido. Solamente hay un libro: La Santa Biblia; en la cual, sí la lees a través de sus páginas, no vagamente, sino atentamente, creyendo y en confianza, escucharás que desde su interior se te sugerirá una invitación de amor supremo; una voz que clama diciéndote: ¡¡ Léeme; sigue leyendo!!
¡¡Léeme!!... ¡¡Léeme!!... Es la oportunidad del Divino Espíritu de amor que te atrae para que conozcas todo lo referente a ti, a tu vida, y las respuestas a tus inquietantes preguntas que allí encontrarás.
Toma tu decisión hoy. ¡Hoy es tu tiempo! Ven por la fe (sin ver u oír nada; mas serás escuchado). Acércate a Jesús. Confía tu vida a él. Presenta tu causa delante de él, pidiéndole perdón por tus pecados. Mira por la fe esa cruz donde murió Jesús. La tumba lo encerró; mas al tercer día resucitó para darnos vida a todo aquél que cree en él. ¡Amén! Dios bendiga ricamente tu vida.
Mensaje elaborado y escrito por el pastor Ricardo Iribarren
(Biblia consultada: Sagradas Escrituras (1569) - Versículos en forma textual)