Tu Gloria
- Escrito por Pastor Ricardo J. Iribarren
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“Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme a la virtud que Dios suministra; para que en todas las cosas sea Dios glorificado por Jesús el Cristo, al cual es gloria e imperio para siempre jamás. Amén.”
(1Pedro 4.11)
Mensajes predicados -y ahora escritos - por el pastor Ricardo Iribarren, de la IGLESIA BAUTISTA BÍBLICA MISIONERA (Morón, Buenos Aires, Argentina)
¡La gloria de Dios! Lo que somos y tenemos es para la gloria de Dios. No somos nuestros; somos hechura suya. Un nuevo diseño creativo nos ha hecho en la voluntad de Aquel que nos salvó de Su puro deseo de gracia.
Este acto tan singular tiende al efecto de que lo que dio de Su autoridad, como Hijo del Padre Celestial; y nos concede, entonces, el derecho de ser hechos hijos de Dios, engendrados por Su única voluntad (véase Juan 1:13-14). Y el propósito de esta nueva vida debe ser glorificar su nombre (véase Juan 17:8).
En el Antiguo Testamento, una de las tareas de los levitas era cuidar los utensilios que se utilizaban en el tabernáculo. Estos habían sido diseñados en exclusividad por Dios y producidos con toda sabiduría y puesto el esmero en su fabricación.
Imagino yo que eso significaba lavar, limpiar y pulir dichos enseres, los cuales eran de oro, plata y piedras preciosas.
Cada vez que se necesitasen esos elementos, éstos debían de estar limpios y bien cuidados y colocados ordenadamente para su uso.
Debían guardarse estas exigencias debido a que los sacerdotes también, al igual que los utensilios, debían de mantener un cuidado especial de sus oficios con que ministraban delante de Dios.
¿Cuál es la aplicación de este incidente para tu vida y mi vida?
Permíteme orientarte; y si me escuchas debidamente y te esfuerzas por aplicarlos a ti, obtendrás suma de beneficios.
Los utensilios, en aquellos tiempos, eran instrumentos que servían a fin de apoyar el servicio al Señor.
Por eso era tan importante que el elemento siempre estuviera listo, pulcro y asequible.
Ahora bien, estos “utensilios” hoy podrían ser los dones y las habilidades que Dios te dio.
Pero es necesario recordar que los dones son para la gloria de Dios, y no para tu gloria personal.
Por eso es importante que, como sacerdote, asumas el compromiso en óptimas condiciones. En el momento que requieras de ellos, deben estar pulidos, brillantes, limpios y listos para dar realce al Señor.
Hay algunos ejemplos. El don de servir: es un don otorgado a todos los creyentes.
Imagina que te han contratado como camarero en un restaurante de lujo - como podría ser un elegante y sobrio restaurante de Puerto Madero, u otro similar- y tienes que atender las mesas. Es un lugar refinado, muy elegante; su gourmet es delicado y fino. Entre otras condiciones (buenas y/o malas), allí concurren personas que tienen buena cantidad de dinero en sus billeteras. Y la vestimenta, el lenguaje corporal y la elegancia delicada son muy exigentes. Ahora bien, imagínate por un momento si de pronto a dicho restaurante ingresara alguien para ser atendido, y ese alguien resulta ser… un indigente, mal vestido y quizá maloliente (pero con su billetera rebosante de dinero). Es muy probable que lo tomen de un brazo, lo saquen y lo menoscaben. No obstante, lo peor del caso, es que la elegancia de ese lugar -tan distinguido y sobrio- se deterioraría y caería por el suelo; y, ante esa experiencia bochornosa para muchos, de acuerdo a su idiosincrasia, el afamado establecimiento ahora se perciba desértico de gente: sólo ocupado ahora por unos pocos comensales, pero excéntricos; por lo que el perjuicio sería enorme.
Para que esto (dicho restaurante y su idiosincrasia) no sea una realidad en tu vida, Jesús necesita ser el centro de tu experiencia. De otra manera, los dones y los talentos que recibiste de Dios se colocarán al servicio de tus propios sueños y deseos personales, humanos y egoístas.
Como pastor, conocí jóvenes brillantes, con dones extraordinarios; y que, sin embargo, usaron sus capacidades para buscar fama, gloria y aplausos humanos. Quizá hayan alcanzado alguna notoriedad momentánea; pero ¿dónde están hoy? O peor aún, ¿tienen paz en su corazón? ¿Pueden dormir tranquilos al llegar la noche?
Su esfuerzo, sí; pero ¿qué adquirieron con ello? Cuando los veo y conversamos se los nota agotados, frustrados, infelices, derrotados, desorientados, en zozobra permanente. El afán, los deseos de los ojos y la vanidad son sus amigos mortales. Difícilmente logren desprenderse de esos pegajosos lazos. Ellos no consultan la Palabra de Dios debidamente, y sus votos caminan de acuerdo a la locura de su extravío.
¡Haz de este un día de servicio al Maestro. Dedícale tus dones!
“Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme a la virtud que Dios suministra; para que en todas las cosas sea Dios glorificado por Jesús el Cristo, al cual es gloria e imperio para siempre jamás. Amén” (1Pedro 4:11).
Recuerda: lo importante siempre es la sinceridad del adorador, y no el número de actividades religiosas. Como lo hicieron otros profetas (véase Isaías 1:11-15), también tú rechaza la adoración que no esté respaldada por una vida de integridad personal y de justicia hacia los más vulnerables y desamparados de la tierra.
La victoria en Cristo (reflexione en 1Corintios 15:57) – Basado en el Himno Bautista 466.
El texto bíblico arriba mencionado nos está enfatizando que, a través de la muerte y resurrección de Cristo, recibimos la victoria sobre el pecado y la muerte. También destaca que Dios nos da la victoria, precisamente, mediante el sacrificio de Cristo en la cruz del calvario; redimiéndonos así de la maldición de la ley, colocándose él mismo bajo maldición por nosotros.
“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición; (porque está escrito:
Maldito cualquiera que es colgado en un madero)” (Gálatas 3:13).
“no anochecerá su cuerpo en el madero, mas sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldición de Dios es el colgado; y no contaminarás tu tierra, que el SEÑOR tu Dios te da por heredad” (Deuteronomio 21:23).
De hecho, Pablo usa el participio presente, es decir, algo continuo, cuando expresa “que nos da la victoria”. Parece sugerir la idea de que es una característica de Dios dar victoria; y que ya, ahora, participamos en esa victoria -y de ella- a diario. Por esta victoria del cristiano: a éste sólo compete entonar el himno de alabanza y acción de gracias por tal triunfo.
Partiendo de esta base, analizaremos y estudiaremos, a la luz de la Palabra de Dios, algunas verdades que los victoriosos en Cristo debemos tener en cuenta.
Veamos algunas de ellos:
1 – Los victoriosos le dicen NO a los prejuicios y a los complejos.
Tenemos el caso de Moisés (véase Éxodo 3: 11,13; 4:1,10,13), de Gedeón (véase Jueces 6: 12-17), de Jeremías (véase Jeremías 1: 1-10), de Saúl (1Samuel 10:21,23) y otros personajes de la Biblia, quienes lucharon con estos conceptos negativos y situaciones derivadas; que incluso al principio los llevó a rechazar el llamado de Dios para grandes cosas. No obstante, después lograron superarlas con la ayuda divina, voluntad y disposición; y vencieron, a pesar de sus limitaciones, defectos y equivocaciones.
¡Qué distinta fue la actitud y el proceder del profeta Isaías!, que cuando Dios lo llamó y le dijo: “¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?”, el profeta se puso a su servicio, exclamando con premura: “Heme aquí (aquí estoy), envíame a mí” (véase Isaías 6:8).
2 – Los victoriosos le dicen NO al negativismo y al pesimismo; por el contrario, estos son hombres optimistas y de fe.
Diez de los doce espías cayeron ante estas actitudes nocivas después de que inspeccionaron la tierra de Canaán por orden de Moisés, y dijeron: “no podremos subir” (véase Números 13:31). O no podremos conquistarla, o poseerla, o irrumpir o entrar; argumentando: “Mas el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fuertes; y también vimos allí los hijos de Anac. Amalec habita la tierra del mediodía; y el heteo, y el jebuseo, y el amorreo, habitan en el monte; y el cananeo habita junto al mar, y a la ribera del Jordán. Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: Subamos luego, y poseámosla; que más podremos que ella. Mas los varones que subieron con él, dijeron: No podremos subir contra aquel pueblo; porque es más fuerte que nosotros. Y vituperaron entre los hijos de Israel la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella, son hombres de gran estatura. También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes: y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos también a ellos” (considere Números 13: 28-33).
Sin Embargo, Caleb y Josué tenían un espíritu diferente (otra actitud). Ellos vieron en la dificultad una oportunidad; y en la facilidad de la conquista, sin embargo: una dificultad. ¿Por qué esto? Israel (Josué) no consultó con Dios antes de ir a la conquista de Hai. ¿Qué notamos (en Israel)? Orgullo, autosuficiencia, ensoberbecimiento (véase Josué 7: 1 a 15).
Caleb y Josué, con optimismo y fe, declararon: que Dios sí (equivale a fe) les entregaría la tierra, y que sí podían conquistarla (véase Números 13:30 y 14:6-9).
He aquí, ellos están usando la palabra hebrea “כדי לנצח” para ganar, que significa tener capacidad y el poder para vencer y tener éxito.
Así, estaban indicando su clara y firme convicción de que el pueblo poseía todos los recursos físicos y espirituales para lograr la victoria y conquistar la tierra. De hecho, ya Dios lo había prometido desde la época de Abraham, Isaías y Josué (véase Génesis 12:4 – 7; 13:14 – 17; 17:8; 28:3 – 4; 48:21; 50:24; Salmos 105: 7-12).
3 – Los victoriosos le dicen NO a los peros
Estos mismos diez, de los doce espías, empezaron hablando bien de la tierra que habían inspeccionado, cuando trajeron el informe a Moisés. Sin embargo, terminaron colocándoles “pero” a esa tierra que debían conquistar (véase Números 13: 31-33).
4 – Los victoriosos le dicen NO a los temores (miedo) - (reflexione en 1 Samuel 17:32-37 y 45 a 51, y en 2 Crónicas 14:8-15).
Dios te bendiga ricamente. Pastor Ricardo Iribarren.
Todos los versículos que aquí se mencionan pertenecen a la RV Sagradas Escrituras (1569)
Edición y Montaje por Nicolas Benjamin Gonzalez
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