Cómo sanar - tus heridas ocultas
- Escrito por Pastor, Ricardo Iribarren
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“Sana mi alma, porque contra ti he pecado” (Salmo 41:4)
“Él sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas” (Salmo 147: 3)
¿Alguna vez se ha roto un hueso?... ¿Se lo ha quebrado en un lado, o en dos o más?... ¿Alguna vez le han dado suturas para cerrar una herida?... ¿Alguna vez lo(la) han asaltado?... ¿Lo(la) han acuchillado en una calle oscura, o quizá le han disparado?... ¿Ha sido herido(a) en la guerra?... ¿Ha sido golpeado(a) o abusado(a) cuando niño(a)?... ¿Le han exigido y fueron severos con usted sus padres o demás familiares?... ¿Se hastió ya de la vida?
Hoy quiero hablarle de cómo Dios sana las heridas. No heridas físicas, esas que se notan a simple vista y que seguramente ya han sido curadas en su oportunidad por los facultativos (aunque todo pertenece a Dios); sino aquellas heridas que están ocultas. Pueden ser memorias de su pasado, que vuelven a la mente y causan gran dolor en su vida.
Pueden ser recuerdos del abandono, de abusos, del ridículo, de críticas severas, de odios, de prejuicios, que van carcomiendo. Cosas que lo van devastando, como el abuso físico, sexual, emocional, e inclusive espiritual.
¿De dónde provienen las heridas ocultas de su vida?... De todos lados… Sí, estoy seguro que la mayoría lo ha sentido así. A veces vienen de la sociedad y sus prejuicios. Otras veces de los miembros de su familia - y éstas son las que de verdad duelen; porque provienen de los mismos padres, hijos, hermanos(as), tíos(as), primos(as), etc. Muchos son vituperados y puede alcanzarles la deshonra. En el trabajo, en las áreas del colegio, de los niños dañinos, de los adultos inmorales; quizá de enterarse que su cónyuge, pareja o novio(a) lo(la) ha traicionado en la fidelidad, en sus más íntimos sentimientos; o el abandono del hogar de parte de cualquiera de los dos cónyuges, lo que indefectiblemente dejará al resto de la familia librados al desamparo y la contención emocional y espiritual (reflexione sobre un momento de la vida de David, en Salmo 41:6).
Soy pastor desde hace largo tiempo, y al hablar con las personas he aprendido dos verdades sobre la vida. Aprendí que todos albergamos al menos una herida, que mantenemos oculta - tal vez se trate de una herida que nos ha dejado una cicatriz emocional muy fuerte, producida por alguien que nos lastimó seriamente en el pasado. La otra cosa que aprendí es que las heridas emocionales toman mucho más tiempo en sanar que las heridas físicas.
Las personas que han ido a una guerra y han regresado con alguna herida física -en ocasiones más de una-, ésta ha comenzado su proceso regenerador si es que no lo ha completado ya; sin embargo, puede tomar años y años recuperarse de las heridas emocionales.
No obstante, ¡hay una buena noticia! Jesucristo anhela sanar sus heridas ocultas, y puede empezar este proceso ahora.
“Aunque yo anduviere en medio de la angustia, tú me vivificarás…” (Salmo 138: 7a)
En la Biblia, Dios se da a conocer por diferentes nombres. En Éxodo 15: 22 nos dice: “… porque yo soy Jehová tu Sanador”. También la Palabra de Dios nos dice: “Él sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas” (Salmo 147:3).
El primer paso es revelar mi dolor. Nunca va a saber usted a lo que se enfrenta hasta que reconozca sus sentimientos.
La Biblia habla sobre la dificultad que acarrea eso de “guardar” un problema y no hablar sobre él. Salmo 39:2-3 nos dice:
“Enmudecí con silencio, me calle aun respecto de lo bueno; y se agravó mi dolor. Se enardeció mi corazón dentro de mí; se encendió fuego en mi meditación, y así proferí con mi lengua”.
Está diciendo que guardar y callar un dolor es como contener un carbón encendido en su corazón, que irá quemando cada vez más.
¡Usted es quien se va a quemar!
Las heridas no se alivian ni curan mientras usted las oculte. Por el contrario, arden cada vez más y su daño será indefectiblemente mayor.
Ignorarlas tampoco las va a eliminar; sólo las hará empeorar. (Ver mensaje Venid, obedeced el llamado de CristoJesus)
Hay personas que viven cansadas todo el tiempo; y una de las causas de la constante fatiga se debe a que han empleado toda su energía en guardar resentimientos, rencores, culpabilidad y angustias sobre su pasado. Emplean tanta energía en esas cosas que damnifican, que no tienen voluntad para el presente y seguir adelante. Viven de continuo con esos sentimientos negativos, corrosivos; y esto es una de las causas de cansancio.
La Biblia dice que es agotador guardar heridas. En el Salmo 32: 3 dice:
“Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día”.
En Juan 8:36 dice:
“Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36).
Y en el Salmo 23:4 leemos: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno; porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento”.
Oremos:
«¡Dios!, gracias por estar a nuestro lado en los momentos difíciles. Nos has dado la victoria en todas las cosas y sabemos que no estamos solos. Tu presencia nos guía. La fe nos sostiene. Nada nos puede separar de tu amor. Danos, Señor, la oportunidad y el amor para perdonar a los que nos lastimaron en alguna manera. Necesitamos esa paz de ti, esa paz que sobrepasa todo entendimiento. Amén».
Dios bendiga tu vida ricamente. Pastor Ricardo Iribarren.