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Entre Tiempo

Texto: 1 Juan 2:17… “Y el mundo se pasa, y su concupiscencia; mas el que hace la voluntad de Dios, permanece para siempre”.

     El título de nuestro mensaje es muy interesante. Veamos… Nos encontramos hoy como en un tiempo de descanso, como en un entretiempo durante una justa deportiva, o de una obra de ballet, o a la espera de escuchar una sinfonía.
     Y es así que este tipo de descanso, el tiempo de nuestro intermedio, se vuelve para nosotros como un precioso tesoro. La pregunta que naturalmente surge entonces es, ¿qué desean hacer hoy con sus vidas?  Puesto que hay un camino (Dios dijo a Moisés: “Y enseña á ellos las ordenanzas y las leyes, y muéstrales el camino por donde anden, y lo que han de hacer” - Éxodo 18:20), del cual se nos indica que debemos seguirlo a través de sus diferentes entretiempos: para reponer fuerzas y obtener verdadero descanso. Los pensamientos negativos provocan síntomas de cansancio (confusión, abrumes por expectativas, desgaste, insatisfacción, preocupaciones diversas, sueño, tropiezos), como sucedió a Jeremías  (“Oh quién me diese en el desierto un mesón de caminantes...” - Jeremías 9:2).
     ¿Nos encontramos hoy así? Mmmh... Se nos va el tiempo. Vuelan esas burbujas de deseos hacia cualquier parte,  y no podemos volver para recuperarlas. ¿De qué podemos gloriarnos? ¿Saben? Sucede que hay una regla de vida. Así dijo Pablo en Gálatas 6: 12-16… “Todos los que quieren agradar en la carne, éstos os constriñen á que os circuncidéis, solamente por no padecer persecución por la cruz de Cristo. Porque ni aun los mismos que se circuncidan guardan la ley; sino que quieren que vosotros seáis circuncidados, para gloriarse en vuestra carne. Mas lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo me es crucificado á mí, y yo al mundo. Porque en Cristo Jesús, ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino la nueva criatura. Y todos los que anduvieren conforme á esta regla, paz sobre ellos, y misericordia, y sobre el Israel de Dios”.
Cuando ya convertidos a Cristo nos acontece un cambio de paradigma, las regulaciones en las que vivíamos antes de conocer la salvación son ahora completamente distintas. De esta manera, es de suponer que todas nuestras actividades deberían haber cambiado; así como también nuestras relaciones… ¿Y nuestra personalidad, ha sufrido un cambio, o definitivamente no? En nuestra vida cristiana existe una disimilitud de accionares que requieren de ese cambio; de lo contrario, vamos a inquietarnos innecesariamente y sufriremos. Si dices que conoces la senda escogida por Dios para ti, entonces, ¡anda por ella!… ¿Por qué te detienes? No te comportes como la mujer de Lot… No mires el mundo que es altamente seductor. ¡Pues, terminará atrapándote! Este te ofrece ofertas inquietantes. Querrás  investigarlas.                                                               
     ¡Tú, estatua de sal,  no te darás cuenta por cuánto tiempo te tendrá allí alejado de tus mejores amigos, de la iglesia y, por sobre todo, de Dios!  Es como el nene que le dice a su mamá, cuando ella lo llama porque está oscureciendo y él sigue jugando afuera: «¡Dale, mami, un ratito más». La mamá, en tanto, insiste preocupada: «Vamos, entra, ya es tarde»… El pequeño implora: «Todavía no es de noche, mami. Dale, déjame. Solo un ratito más»… Pero ese “ratito más” se extiende, y se extiende, y se seguirá extendiendo en el tiempo... En algunos lugares es peligroso estar fuera de la casa cuando llega la noche… los tigres comienzan a salir al atardecer.
     El Señor nos ha puesto aquí, en el mundo, con el fin de que nuestras vidas pudieran actuar como la sal (la sal conserva) para aquellas vidas que toquemos. Para que lo que se oye de nuestros labios y se vea a través de nuestra conducta en la vida pueda despertar sed de Cristo, y llevar así a los hombres y mujeres a la Fuente: Jesucristo, para que reciban Su agua de vida. Si no hay sed no se bebe, y si no se bebe no hay vida (“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia (o rectitud), porque ellos serán saciados” - Mateo 5:6). Sin apetito no se come, y si no se come no hay sostenimiento. Eliminemos el apetito, y la muerte será el resultado inevitable.
     Jesús, viniendo a Jericó, y saliendo luego de allí con sus discípulos, fue seguido por una gran multitud. Entretanto, un incidente marcó una prolongada pausa de Jesús en su camino hacia Jerusalén (debía culminar allí la obra que él había iniciado hacía tres años atrás)… Entretanto (en sus entretiempos), él traía beneficios poderosos para satisfacer necesidades, esté donde esté. En ese lugar se hallaba un mendigo, que era ciego, llamado Bartimeo, que acaparó la atención de Jesús — y ello no fue una excepción, pues el relato de las bienaventuranzas aplica la oportunidad de lo que el Señor había dicho antes. ¿Las recordamos?... “Y VIENDO las gentes, subió al monte; y sentándose, se llegaron á él sus discípulos. Y abriendo su boca, les enseñaba, diciendo:
Bienaventurados los pobres en espíritu: porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran: porque ellos recibirán consolación.
Bienaventurados los mansos: porque ellos recibirán la tierra por heredad.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia: porque ellos serán hartos.
Bienaventurados los misericordiosos: porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los de limpio corazón: porque ellos verán á Dios.
Bienaventurados los pacificadores: porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia: porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados sois cuando os vituperaren y os persiguieren, y dijeren de vosotros todo mal por mi causa, mintiendo. Gozaos y alegraos; porque vuestra merced es grande en los cielos: que así persiguieron á los profetas que fueron antes de vosotros” – Mateo 5: 1-11.
Él usó de su entretiempo para aliviar las necesidades de los pobres en su camino hacia Jerusalén. Cuando Jesús le llamó, le dirigió su palabra, y le dijo: “¿Qué quieres que te haga?” - Marcos 10:51. ¡Hasta que Bartimeo no reconociera su necesidad, no había posibilidad

de que Cristo lo pudiera aliviar! De esta manera, hizo que Bartimeo confesara su necesidad: “Maestro, que reciba la vista” (v. 51). En respuesta al deseo desesperante que tenía de ver, Cristo le curó. ¡Gloria a Dios!


     
     El principio es bien claro... Cristo puede hacer y hará por un hombre lo que el hombre reconozca como necesidad suya. ¡Amén!

Pastor, Ricardo Iribarrhen.


Devocional elaborado y escrito por el pastor Ricardo Iribarrhen

(Biblia consultada: Reina Valera 1909  - Versículos en forma textual)

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